Hola abuelo,
Hace mucho que no hablamos, creo que nunca te he escrito. Ahora soy yo la que se emociona cuando nos ponemos en contacto. No sé exactamente cómo he conseguido llegar hasta aquí, pero es un sitio muy bonito, está lleno de tu amor, se ha borrado la tristeza y he aprendido a llorar de emoción. No te creas que a veces no te echo de menos. El sábado lo pasé mal, me hubiese gustado abrazarte, te eché mucho de menos. Pero permanecí callada un rato, contigo, sentí tu cariño y dejé que lo malo pasara mientras yo estaba en calma. No es agradable, pero así es más bonito, así no me hace tanto daño. Así no me consume.
El proceso ha sido largo, ya sabes que me gusta la inmediatez, pero he ido cada fin de semana que he podido a hablar contigo. Hemos visto atardecer, hemos visto llegar la primavera y las tormentas. Y ha llegado el verano. Te he sembrado plantas, las he cuidado y han muerto. He repetido el proceso. Te he hablado. He llevado a los bebes y te han querido. Ha sido igual y diferente.
Antes de empezar te escribí poemas. Pero no me gustan, solo hablan del vacío y tú eres mucho más que eso. Ahora echo de menos escribir, pero algún día sé que te escribiré algo precioso. Ese día llegará.
En este tiempo he aprendido que echar de menos es mucho mejor que no hacerlo. Me siento afortunada de lo que he tenido y ahora sé todo lo que puedo tener. También sé que todo lo que se tiene se construye poco a poco. Quizá nunca quise tanto ser mejor porque te tenía a ti. Ahora que no estás tengo la necesidad de aprender de verdad cosas que ya me enseñaste. De darme a mí misma lo que tú me dabas. Sin ti necesito ser mejor. Porque ahora yo necesito confiar en mí y quererme por los dos. Y cuidarme como si tú estuvieses aquí.
Ahora, ya no soy la misma Ana que conocías. Estoy segura que te hubiese encantado conocerme. Este proceso ha necesitado que yo cambiase, que piense más, que respire dos veces. Sé que antes cuando algo me dolía os hacía mucho daño. Estoy cambiando, quizá pueda herir de vez en cuando, pero ahora me estoy dando una oportunidad.
Antes la vida perdía el sentido y no esperaba a recuperarlo, me quería marchar. Ahora tengo paciencia y puedo esperar a que algún día lo recupere. Solo trato de seguir viviendo. De llevar algo cada día a la cama que me abrace el corazón. De darme cuenta que siempre habrá cosas buenas y cosas malas, pero yo puedo elegir a donde mirar, donde amarrar mis pensamientos.
Al principio no entendía cuando Elena me decía que tenía que aceptarlo. Las cosas son como son. Eso es un hecho que nunca he querido comprender. No aceptar la perdida, el dolor, o la posibilidad de fracasar me hacía quedarme estancada, enfadarme conmigo misma por algo sin solución. No aceptar era no darme oportunidades. Situaciones que podía comprender en los demás no podía comprenderlas en mí. El inicio ha pasado por aceptar. Y eso es algo que ahora mismo ni siquiera sé cómo he cambiado. Quizá al saber qué el problema era que no lo aceptaba, al verbalizarlo se hizo más real. Lo que no se nombra no existe. Hacerlo real lo ha hecho suceder.
No aceptar robaba mi energía y poco a poco la he ido recuperando, así como mi rendimiento. Darme un descanso y la oportunidad de sentirme mal me ha hecho poder estar mejor y no seguir estancada. Quedarme en el sofá sin remordimientos, dormir algo más, no madrugar hasta que he podido hacerlo de nuevo. He comprendido que siempre he sido así como vosotros me habéis criado (madrugadora y trabajadora) sólo que hay veces que mi cuerpo y mi mente necesitan otra cosa y debo confiar en mí y no dejar que mis pensamientos me hagan creer que soy otra persona (vaga, descuidada). No me voy a frustrar más si algo me sale un poco mal, hay rachas, necesito adaptarme de forma que mi cuerpo y mi mente se sientan a gusto con ello. Y las cosas que sí soy y quiero cambiar irán surgiendo cuando esté preparada.
No sé cómo despedirme de ti, nunca lo he sabido.
Hasta luego abuelo
Nos vemos pronto.